miércoles, 13 de abril de 2011

Ojos negros.

"Mis sábanas se enrollaron a aquel cuerpo menudo, color crema, desnudo en toda su gloria. Un nido de cabello cobrizo coronaba el estropicio de una noche de insomnio y unas lágrimas de más, y yo no podía evitar sentir lástima por ella.
-Siento haberme quedado dormida.
-No quise despertarte hasta que descansaras al menos unas horas, pero te me has adelantado- sonreí.- ¿Qué tal estás?
No me contestó. De hecho, fueron las únicas palabras que conseguí sacarle aquella mañana de marzo, diluviando tras los cristales opacos de mi casa.
Hacía días que apenas dormía, y muchos más desde que probó bocado por última vez.
Cuando la recogí hacía dos semanas, todas sus paredes estaban empapeladas con aquellos bocetos a carboncillo que recreaba cada dos por tres, y su habitación era un auténtico caos. Supe que llevaba cinco días viviendo en el balcón, bebiendo el agua de la tormenta que embistió todo el fin de semana la grisácea ciudad, y sólo dijo que tenía frío al verme.
Y que echaba de menos los ojos negros de sus esquemas. Que añoraba esos iris manipuladores. Oscuros. Ese azabache cargado de polos imantados y amor.
Y ahora ella estaba muerta, y yo no pude hacer nada. Y nadie me culpaba."




Humanidad concentrada.

Un día te vas a olvidar de mí. Un día. No hoy, no mañana, ni siquiera el año o el mes que viene. Pero un día me vas a ver y vas a pensar: "¿A esta mujer era a la que yo amaba tanto?" y no vas a poder creerlo. Y a lo mejor hasta vas a comentar con la persona que tengas a tu lado: "Mira, a esa mujer era a la que yo amaba tanto". Y la persona que tengas a tu lado no lo va a poder creer. Tal vez te dirá, después de mirarme de arriba abajo con ojos acuciosos e incrédulos: "¿A ésa?". Y sonreirá sintiéndose un poquito superior, porque es tu presente y yo solamente, "esa", tu pasado.
Un día se te va a olvidar mi olor. Mi olor en la mañana, al levantarme, ese olor que se concentra en mi nuca y que hoy te gusta tanto. Hoy, que no estás conmigo pero sé que todavía tienes el olor de mi nuca pegado a tu espalda. Y se te va a olvidar que te gustaba tanto bañarte conmigo y salpicar el baño con una mezcla extraña de agua caliente, sudor, champú y sexo. Y te descubrirás a ti mismo bañándote sin recordarme ni un poquito, ni siquiera porque veas el gorro de baño colgado en el clavo de la ducha. ¿Y sabes qué?... No te vas a dar cuenta de que me olvidaste. Te vas a dar cuenta de que me olvidaste solo cuando me veas y te des cuenta de que me olvidaste, tanto, tanto, tanto me olvidaste que ni siquiera te provoca odiarme. Que ni siquiera te provoca pensarme cuando llueve y es de tarde y no hay nada en la televisión. Que te masturbas y piensas en la escena de la película aquella que a lo mejor vimos juntos pero tú no te acuerdas de que la viste conmigo, sólo te acuerdas de la escena y te masturbas. Y yo no estoy ni siquiera en tu mano.
Un día te vas a olvidar de mí. Ese día va a llegar, y lo peor o lo mejor del caso, es que como yo también voy a olvidarte, ni siquiera va a importarme que me olvidaste.
-Crónicas desquiciadas. Indira Páez.
.
"Todo mi mundo va a ser perfecto, y tú no vas a estar ahí para verlo".

Réquiem.


Echo de menos que me ames
porque me gusta sentirme amada.
Pero más echo de menos amar
el no tener motivo para añorar la nada.
Echo de menos sentir tus manos, blancas
hundiéndose en la estrechez de mi cintura
desdibujando las líneas fijas en mis palmas,
levantando tela, usurpándome el alma.
Echo de menos tu olor en mi espalda
y echo de menos tu pelo,
regocijándose entre mis dedos,
desparramado en mi almohada.
Echo de menos mirarte, esperando ser mirada
y encontrar tus ojos pardos, felinos,
clavados en mi respiración y los míos
iniciando forzosas retiradas, lanzando dagas.
Echo de menos no sentirte ausente, frío
tratarte como uno mismo, amigo,
confidente combatiente hechizo
compañero de dolores de mi cuerpo herido.
Echo de menos saberte mío,
echo de menos los placeres escondidos,
echo de menos no llorarte en el río
echo de menos seguir siendo críos.
-Por ese tipo de cosas que se mueren sin darnos cuenta.


sábado, 9 de abril de 2011

.


Somos humanos cuando gozamos de tres valores imprescindibles: amor, libertad e ideales. Quien no los siente en su frágil piel se abandona y se convierte en un monstruo atroz.
Yo soy humana, y también he sido monstruo. Por este motivo estoy aquí escribiendo, y quizás sea el mismo por el cual tú me estás leyendo.
Estas entradas son, ante todo, el reflejo de mi personalidad y una ventana abierta de par en par a mis inquietudes, mis miedos y todo lo que me hace sentirme en paz conmigo misma y el mundo.
Es la vía de escape inmediata para esos días en los que soy más bestia que niña, y me siento más sola de lo que debería.
Bienvenidos.